Las 4 de la tarde. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Toca ponerse a escribir desvaríos tras una sesion de 5 horas seguidas de 360. Me duelen los ojos. He matado hombres a sangre fría; asesinos, ladrones, putas, inocentes, todos muertos. He desmembrado animales, domado pasiones salvajes y evitado que un hombre le fuera infiel a su mujer. He ganado, perdido, intercambiado, chantageado y he sido de gran ayuda para un hombre que asalta tumbas. Mi honor a aumentado y mi fama crece pasito a pasito.
Pero, algo me a interrumpido. La pantalla ya solo emite pequeños gemidos y parpadeos que indican que el mando se ha apagado. Algo a echo que cese mi feliz vida de hombre con cicatrices en la cara.
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